11.9.08

"El niño perpetuo"

Los bares de la avenida Boedo han salido a desfilarle sus vestidos a los transeúntes que se pasean indecisos en busca de dos sillas y una mesa en donde anclar su tardecita de sábado.Las señoras y los señores, emigrantes de fin de semana, estacionan su hora del té en la vereda; ellas guardan los anteojos de sol en la cartera, mientras ellos se desesperan por retener al mozo y agregarle al menú de media tarde alguna porción de torta que los exima de la dieta. Toda la escena combina con el frío tenue del otoño.

Pero a lo lejos, doblando por Carlos Calvo, se lo ve venir. Es el niño perpetuo, con su paso zigzagueante. De delantal amarillo e impoluto, buscando serenamente entre las bolsas alguna lata, algún cartón, o algún recuerdo.Se acerca Bombón.
Algunos dicen que el barrio lo adoptó en un abrazo de verano. Otros dicen saber que fue él quien adoptó al barrio y lo reformó en toscos retazos hasta contagiarlo con su color.En su sonrisa de crayón se confunden el pibe y el hombre. En sus ojos pardos y apagados brilla nostalgia de Manzi, soledad y cafetín.
Su zigzag ya se dibuja en la esquina del pasaje San Ignacio. Los vecinos o, mejor dicho, aquellos que no salen a conquistar Boedo únicamente los sábados a la tarde, se dejan saludar por él. Reciben su sonrisa como un trofeo, casi como una insignia que los declara oficialmente como habitués del barrio.—“¡Qué hacés, Bombón!”— responden al saludo. Y él se brinda con encanto a cada uno, les da su tiempo y su amistad sincera. A todos, detenidamente, los saluda con su sello característico.Algún canoso liga un abrazo. A otros simplemente les extiende la mano, en busca de algún mango.—“¡No tengo un sope, Bombón!”—, le dice un pelado. Y él, solícito, saca de su bolsillo una colección inagotable de monedas y las ofrece sin reparos, a su amigo.

Las señoras interrumpen su té de media tarde. Los señores detienen su resaca de lemon pie. Miran perturbados cómo Bombón se acerca. Y cuando casi se apresuran a pedir la cuenta... el zigzagueo de Bombón los deja esperando.
Es que él prefiere dedicarse a su amigo el Barbeta, o brindarle su espalda a la palma del mozo que lo espera fiel al ritual de cada tarde, o cada noche…Y a los turistas les dedica la gambeta. Y logra que se rindan y se dejen dibujar con sus crayones.

Se pierde el niño perpetuo en el atardecer de avenida Independencia. Su paso zigzagueante se aleja y corona de ocaso las veredas.Algunos dicen que en las suelas gastadas de Bombón está Boedo. Otros dicen saber que es el barrio el que le sigue las huellas.

3 opinaron al respecto:

ccccc dijo...

Mira vos, en Boedo se pueden ver dos realidades de sabados a la tarde. Como en muchos otros lugares, pero vos lo contas de una forma linda, nose.

(Y lo que escribiste en mi blog, "El amor es como el TEG", no puedo comprobarlo, nunca entendi ese juego, jajaja)

Besos.

Pedro Martín dijo...

Tanito, todo barrio, para ser barrio precisa de su bombom, lástima que el edificio torre los aleja....

Será cuestión de buscarlos!

Un gusto leerte!!


Exacto el amor es como el Teg y mientras jugas se pasa el tiempo!

jiim dijo...

Que interesante tu texto.

Me pareció fantástico tu comentario en mi último texto subido. Es tan cierto..

Lamento no haberte contestado antes, la verdad que lo tuve bastante abandonado. Pero me he propuesto seguir subiendo cosas, aunque sea una todos los días..

Seguimos en contacto mediante nuestra literatura..