12.12.07

"Bambalinas"

La espera se hace larga en el proscenio.
Es ese segundo agonico, esa muerte repentina. Una infima milesima de segundo en donde tengo la certeza de que nada de lo que haga me va a evitar la tragedia terrible de estar en escena.
Me pregunto, ¿para que? ¿que necesidad? Me doy cuenta cuan a salvo que estaría en mi casa, tapado bajo una manta.
El vestuario pide a gritos desvestirse. Las miradas de los compañeros, que hasta hace una hora eran de complicidad, en ese instante se hacen de desasosiego. Y es uno de esos momentos en donde uno se siente irrefutablemente solo.
Las palabras, los textos, bailan en mi cabeza, se transforman en una canción irritante que me persigue, acosandome, pidiendome que la grite a viva voz.
Y me pongo a caminar. Bajo el aire. Las manos me tiemblan. Por dios! como me tiemblan las manos! El público lo va a ver. Tengo que incorporarlo... Pero que estoy diciendo, mi personaje no tiene Parkinson!
El compañero que tenía junto a mí salió a escena. Ya esta... ya se ha calcinado en ese fuego trepidante del público. El público, que ha dejado de ser una aglomeración de personas y se ha transformado en un personaje mas. En un gigantesco ogro que carece de formas, que no es mas que un gran ojo que encarna una enorme lupa en donde mis uñas se deshacen ante el calcinante calor de su mirada.
El drama prosigue. No hay vuelta atras. Estoy entregado a lo inevitable.
Es el momento. Abro los brazos y como una virgen entregada para el sacrificio camino hacia escena.
Y en ese momento...
Todo queda atras.

1 opinaron al respecto:

Lic. Doblevé dijo...

Mírese haciendo literatura del teatro.
Le agradezco ponerme de buen humor.

Sasta pronto, espero-