17.1.08

Frenesí de eneros en Buenos Aires


Me siento, enquistado en mi sillon giratorio, casí impulsado por una necesidad extraña, que es la que por lo gral. me lleva a sentarme a escribir en esta pagina.

Ultimamente venía gambeteando con entereza mi sobreanálisis de la vida cotideana, pero la parsimonía con la que por lo general se sucede enero, sobre todo para aquellos que no tenemos un mar de fondo para acompañarla, me sumerge en un estado que se parece al mal humor pero no tiene demasiado que ver.

Es una especie de inyección ironica (dejando de lado que la ironía es la sal de mi vida), pero que ademas tiene un plus. No se si atribuirla a que justamente no estoy vacacionando en ningun lugar que me serene, o simplemente a cuestiones mas orgánicas, pero lo cierto es que me siento en estas semanas como una especie de hombre que protesta; un rebelde de lo cotidiano.
Mi entrecejo se frunce con la misma facilidad con la que pido un Lucky de 20 en el kiosco.
Y sin llegar a transformarme en un contestatario, tengo unas insolitas ganas de protestar por absolutamente todo. Desde el aumento del colectivo, hasta el calor inevitable, pasando por los taxistas que no paran de hablarte de sandeces, o que mi gato me mée un puf.
No se le cruza mejor idea a este cerebro enagenado, que ir a la casa de madre a darle una mano con cosas de su nueva casa. La pregunta se le hizo agua en la boca antes de lanzarmela...

- ¿Que te pasa que tenes esa cara?

- Nada.

- Dale, te conozco ¿que te pasa?

Y esa capacidad de mi madre de, a pesar de tener las mejores intenciones, lograr irritarme con pocas palabras...
- "Ya vas a conocer a una chica como la gente... tranquilo".
El fruncimiento del ceño me lo van a tener que remover quirurgicamente.

(Pero por suerte para esos momentos esta Bob Marley)




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