8.4.07

Articulo publicado en el Periodico desde Boedo N60

Nací un martes 13 de marzo de 1984. No sentí la paranoia y el terror con el que deben de haber vivido muchos jóvenes en la época de la dictadura. No temí expresar mis convicciones, sabiendo que rifaba mi vida si lo hacía en voz alta. No me hizo falta esconder ciertos libros. No me atemorizó estudiar teatro, ni escribir. Ni usar barba.A la hora de tipiar estas líneas, no siento que esté arriesgando mi vida, como seguramente le debe haber sucedido a Rodolfo Walsh cuando escribía su famosa carta a la junta militar.Nací en democracia. Viví mis 23 años en democracia .

Pero a pesar de poder disfrutar de expresarme libremente, de poder serle fiel a mis convicciones sin tener que perder una gota de sangre por ellas, puedo sentir –en el letargo en el que estamos sumergidos los hijos post-dictadura– sus nefastas consecuencias.Al finalizar esos 8 años de voces acalladas, llegamos nosotros, los hijos de una colonización, que de ahí en adelante no tendría al terrorismo de Estado como su arma motora.
La globalización como excusa para las privatizaciones, la pérdida del rol tutelar del Estado, la banalización y el descrédito de la clase política, llenaron un vacío en el que, mediante planes de pago para el nuevo celular, vendimos a muy bajo precio el deseo de ejercer nuestra palabra, de cultivar nuestras ideas, de defender nuestros derechos.
Lentamente, casi por voluntad propia, nos fuimos transformando en pacífico ganado que acepta, concede y no cuestiona, siempre y cuando el shopping esté abierto hasta las 23.Nuestras metas se desdibujaron y nuestras prioridades se transformaron en modas. Ningún jean nos calza como un Levi’s, ni hay zapatilla que quede tan bien como unas buenas All Stars.Hoy somos hijos de la publicidad.
Nos venden inseguridades, insatisfacciones y ansiedades que deben ser rápidamente resueltas consumiendo. Noviazgos han comenzado y terminado vía mensaje de texto, con dibujos de caritas sonrientes y tristes para cargar de emoción la pequeña pantalla de cuarzo líquido.La ansiedad y la inmediatez, la fugacidad y la liviandad, se establecieron como la primera necesidad de mercado.Y nosotros compramos.
Pero, así como en la época de la dictadura no se pudieron callar todas las voces, hoy, este enemigo sin cara ni cuerpo, vuelve a caer en el mismo error.El control es, de por sí, una ilusión.No creo en la masa hecha rebaño. Creo en el hombre, en el pueblo. Fueron, son y serán siempre los individuos del conjunto, y no el conjunto masificado, los que hacen y harán la diferencia.
Porque, aunque muchas veces no nos demos cuenta, tenemos siempre, cada uno, la posibilidad de elegir, de hacernos cargo. De ver aquello que nos rodea.El 24 de marzo de 1976 comenzó un proceso en el cual, por esa elección, muchas personas perdieron la vida. Hoy, 31 años después, afortunadamente, podemos –¡debemos!– elegir, sin ese costo, cómo queremos vivirla.

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